No es la primera vez que cuento lo afortunado que me siento siendo fotógrafo de bodas. Tener la oportunidad de colarte en un día tan importante y ser el responsable de cómo recordaran la boda las siguientes generaciones es una gran responsabilidad pero a la vez una enorme recompensa. Pero cuando llega el día en que toca fotografiar a tu propia familia todo se multiplica por 10, la responsabilidad y la recompensa.