No todas las bodas son iguales, eso está claro. Las hay de día, de noche, clasicas, modernas y las hay especiales, esta boda es de esas. Sería muy difícil recordar desde hace cuanto conozco a Gontzal, pero seguramente más de 20 años, que para alguien de la tercera edad puede ser un rato, pero para mi es toda una vida. Trastadas, apuros, risas, lágrimas y podría seguir así tres folios más para resumir la relación entre Gontzal y yo. Tampoco recuerdo la primera vez que conocí a Ainara, fue hace bastante menos, pero ha pasado también una eternidad.
Ser el fotógrafo de un colega de toda la vida es algo tan complicado como emocionante. Complicado porque la responsabilidad es máxima, nunca hay lugar al fallo en una boda, pero en la de un colega mucho menos. Y emocionante, sobran las explicaciones. Saber que has escrito en imágenes parte de su historia, de su gran día, es algo que impone pero a toro pasado es una satisfacción difícil de explicar.
La boda de Gontzal y Ainara no fue muy tradicional que digamos. Todo empezaba una semana antes cuando Gontzal fue a tatuarse su piel con cosas muy especiales, y que solo ellos conocen el verdadero significado de los trazos. Obviamente yo allí estuve para no perderme detalle.
El día de la boda todo eran risas y emoción. Reencuentros, saludos y un sin fin de sentimientos agolpados. A veces es dificil desapegarse sentimentalmente de la historia para poder hacer un trabajo objetivo, aunque también la complicidad con la pareja es insuperable.
Tras los si quieros y llenar un poco la panza, llegaba el colofón del día una fiesta 80era donde rularon Peta-Zetas, pompas de jabon y piñatas. La verdad es que fue una gran fiesta, todo salio a pedir de boca y yo quedé contento con los resultados.
Mi día terminó absolutamente agotado, pero con una felicidad inmensa de haber formado parte de todo esto.
Os deseo lo mejor, bihotzez!
2 Comments
Qué bueno!!!
Gracias Ramón!